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- 01/Sep/2014
Una pastorcita salteña conoció a la bombera que le salvó la vida
Violeta Maita (14) y Graciela Canavides (33), se abrazan y lloran en silencio. “Ahora recién conozco a la bombero que me salvó la vida. Al fin puedo darle las gracias”, le dice Violeta a Graciela, la mujer que de noche, hace ocho meses, trepó un cerro de 3.252 metros en Cafayate para asistir a la adolescente, que estaba herida de bala. Por esto, el Consejo Nacional de Bomberos Voluntarios la postula al Premio Lola Mora, que otorga el Senado de la Nación.
El viernes, Clarín llegó al corazón viñatero del Valle Calchaquí, a 189 kilómetros de la capital salteña. El encuentro entre Violeta y Graciela, fue en la Casa Estudiantil Esperanzas, de la Congregación Hermanas Agustinas Misioneras, de Cafayate. Violeta está albergada aquí de lunes a viernes y estudia en la Escuela Agrotécnica de Cafayate, donde cursa segundo año.
Graciela es enfermera y se da maña para seguir la licenciatura en la Universidad Nacional de Salta. Es una de las seis mujeres que prestan servicio en los Bomberos Voluntarios del pueblo. Violeta es una pastorcita que en verano ayuda a su madre a cuidar el rebaño de ovejas y cabras en el puesto La Ollada.
El sábado 28 de diciembre de 2013, la adolescente y sus hermanos Rosendo (18) y Valeriana (11) fueron al cerro con su madre Ramona (50) que llevaba un rifle 22 para defender el rebaño de los pumas. La mujer le pasó el arma a la más chica. que tropezó y se le escapó un tiro que dió en la espalda de Violeta, de abajo hacia arriba. “Por milagro no le tocó el corazón”, dice Graciela, que en el lugar le salvó la vida.
Esa tarde, con su celular, Rosendo pidió auxilio al 911 a las 18.30 y el aviso fue derivado a los bomberos. Gabriel Domingo, jefe del cuartel, pidió enfermeros al hospital: “Me respondieron que no había enfermeros. Y ahí se ofreció Graciela: ¡voy yo! Fueron con ella Ramón Quipildor, Normando Pistán y Adrian Guantay”, detalla Domingo.
En camioneta el grupo llegó hasta el paraje San Luis, unos 7 kilómetros al oeste de Cafayate y luego siguió a pie. “Con la noche encima, llegamos a la medianoche a La Ollada”, recuerda Graciela. “Nos ayudó bastante que Rosendo haya hecho una angarilla –camilla de troncos– y con su madre bajó a Violeta un buen trecho”, acota Quipildor.
“Violeta tenía fiebre. Teníamos que atenderla. Por teléfono la doctora Paola Galván me daba indicaciones desde el hospital. Le apliqué un calmante, le di oxígeno y le paré la hemorragia con gasas. Así me pasé la noche. Pero a las ocho de la mañana, se acabó el oxígeno. Fue un drama”, comenta Graciela.
“Veía que el helicóptero no bajaba. Por celular, el piloto me indicó otro sitio más seguro a tres horas de donde estábamos y además me adviertió que si no llegamos a tiempo, nos iba a tener que dejar porque venía un frente de tormenta”, agrega Quipildor.
Finalmente, el domingo a las dos de la tarde, el helicóptero bajó en el hospital de Cafayate en medio de una tormenta de granizo. Luego en vuelo sanitario, Violeta fue llevada a Salta. Y aquel instante en el que Violeta pensó que moriría, pasó a ser un susto con final feliz.
Detrás de la heroína, hay una historia de perseverancia y vocación. “En el 2012 me presenté para ser voluntaria en los bomberos de Salta mientras estudiaba la licenciatura en enfermería en la universidad, y me dijeron que no, porque no era policía. En el 2013, me vine a vivir con mi madre a Cafayate. Y me gano la vida atendiendo enfermos a domicilio y dando inyecciones en forma particular. No gano más de $ 1.500 al mes. Cuando nació mi hijo en el 2013, soy madre soltera, me presenté al jefe Gabriel Domingo, y me tomó como aspirante. Ahora hace un par de meses, soy lo que quería ser: bombero voluntario”, dice Graciela, orgullosa.
fuente: Diario Clarin
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